lunes, 5 de diciembre de 2011

Los visitantes


por Mariano Fiszman

El grupo anterior a Los visitantes, Don Cornelio y la Zona, era el que cantaba: Ella vendrá...a a...aaaá.... Ella vendrá...a a...aaaá...Nosotros hace unos años ni siquiera teníamos cancha para nosotros, así que tuvo que volver la cancha, pasó el tiempo y ahora volvieron los visitantes. En el primer partido perdimos, destrozaron la tribuna, no nos fue bien. A pesar de todo, me gustó que estuvieran. Verlos, oírlos, cantarles... No me como el fanatismo, no correría a nadie. Me chupa un huevo. Ellos que paguen lo que rompieron. Todo. Ya. Y si va a haber policía, que haga lo que tendría que hacer. Nosotros seguiremos alentando y disfrutando que podemos ir a otras canchas. Lo mismo espero de los visitantes enfrente. Hoy parece que hay que ser fanáticos, el que no es fanático es sospechado de traidor. El fanático con mala fe, resultadista, violento, acusador, quejoso, pero amparado en los colores, en el puntito. El mezquino. Un fútbol amarrete que lo vemos hace años y no llevó a nada. El partido sin hinchas visitantes, no barras, nos lo robaron, y ahora que está de nuevo algunos se indignan pidiendo que nos lo vuelvan a sacar, con la excusa de que nos iría mejor. Es mentira. Yo no quiero que nos hagan goles, no que los otros no los griten. No hay nada peor que te hagan un gol y verlo con un nudo en la garganta y que afuera no se escuché nada. Que todo ese drama pase en silencio, en un silencio tan hondo entre la multitud de repente muda que se te clava en el corazón y por menos de un segundo parece el final... de todo... Así termina el mundo... no con una explosión... sino con un quejido... repetía Thomas Eliot, que jugó en la selección inglesa entre 1919 y 1965. Y nuestra hinchada chifla, salta y grita rebotando en el cemento: El que no salta es un inglés, el que no salta es un inglés, y después aplaude.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Ilusión óptica, cambio de paradigma y gloria

por Alejandro Güerri

Apenas River se fue al descenso, comenzó lo que llamo la ilusión óptica. Hubo un amague de fusionar el torneo de la A y el de la B que terminó rubricado por la frase pasatista del anillo; en el sitio de Olé, no bajaron el escudo de River de la línea donde están en fila los equipos de primera, sino que lo dejaron al final con un recuadro de otro color; el tema de la calle pasó a ser el bajo nivel de nuestro fútbol (potenciado por la eliminación con Uruguay de la Copa América), la poca diferencia cualitativa entre un partido de la A y uno de la B; y, last but not least, Fútbol para Todos contribuyó a la confusión general intercalando los partidos de River en el medio de su programación como si fuera fútbol de primera, amén de que Araujo siga siendo todavía el relator del pueblo.

Desde una perspectiva científica, la pregunta sería: ¿por qué tanta resistencia a un cambio de paradigma? ¿Por qué seguir haciendo de cuenta que las cosas son de una forma cuando la evidencia empírica de lo real demuestra otra? Van 20 minutos del segundo tiempo de Deportivo Merlo-River, el partido está 0 a 0, es aburridísimo, y la verdad, River no juega mejor que en su último torneo en la A. Cuando uno es grande, situaciones como esta, en el mejor de los casos, enseñan a bajar un poco el copete. Y hay que aceptar el silencio respetuoso de los amigos que lo saludan a uno como si se le hubiera muerte un pariente, y también la cargada que se sale de la vaina del corazón de la boca. Todo es comprensible, hasta el desprecio. Haber sido el equipo de un presidente impune, haber sido favorecido por millonario, haber sido semillero y comprador de futbolistas distinguidos, ser el que más torneos nacionales ganó, son cosas que a la corta o a la larga pueden caer mal y, como todo lo demás, no dura para siempre. Por eso, cuando en el torneo pasado River era una banda, ¿qué sentido tenía hablar de que no se respetababa una supuesta línea histórica de juego? Ayer era ayer como hoy es hoy. Y punto.

Gloria a los futbolistas que ahora están jugando para River. Gloria a Cavenaghi y gloria a Chichizzola. Gloria a ese mastodonte uruguayo que trajeron de Godoy Cruz porque con Juan Manuel Díaz son nuestro yin y yang charrúa. Gloria a Francescoli y a Alzamendi. Gloria a Almeyda, que volvió a River para irse a la B Nacional y en su afán de heroísmo quizás acabe en la Primera B. Gloria al Burrito Ortega que no estuvo en el equipo que terminó último ni en el que descendió. Gloria al Loco Abreu, por abrazarlos a todos y tomarse el palo a tiempo. Gloria a Funes. Gloria, gloria, gloria. Gloria a jugar en la segunda categoría.

Quizás la debacle haya empezado muchísimo antes, cuando le encargaron a Copani hacerle un disco homenaje a River.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Oído

por Mariano Fiszman 

Después de los fracasos de los últimos años, el futbol argentino se debate en todas las mesas. En una del bar al que voy, hace poco escuché un diálogo curioso. Eran cinco tipos que van siempre. No sé si jugaban o habían jugado alguna vez al fútbol, a este fútbol que como dicen sus actores está cada vez más hablado y menos jugado. En lo único que parecían de acuerdo era en un enfoque discursivo del asunto. Más de una hora hablando, y yo escuchando de refilón, cuando uno golpeó la mesa, se paró y dijo: -Paremos con las boludeces, ¡hay que armar un equipo competitivo ya!, ¿vos cómo lo armarías? No les cuento todas sus justificaciones técnicas, tácticas, estratégicas, filosóficas, en fin, todo lo que hace al fútbol de hoy, y los comentarios de los otros al respecto, pero transcribo los equipos que cada uno armó con jugadores del fútbol local.
Para el primero, había que tener un equipo corto, muy corto: Saja; Niz, Goltz, Re y Mas; Brum, Kim, Prol; Pío; Noir y Graf. DT: Asad. El segundo, al contrario, repetía que lo que hacía falta era duplicar al rival en todas las líneas, y lo armaba con: De Olivera; San Román, Dos Santos, Bianchi Arce y Di Gregorio; Díaz Ponce, Cobo Gálvez, Moreno y Fabianesi; Perez García; Sánchez Miño y Pérez Tarifa. DT: Da Silva. El tercero, de ascendencia itálica, proponía imitar al fútbol más resultadista del mundo, sin duda muy exitoso, con una receta medio cocoliche: Tombolini; Mancinelli, Papparatto, Botinelli y Tagliafico; Camoranesi, Steffanatto, Zucculini , Capobianco y Pittinari; y arriba Sperdutti solo. DT: Falcioni. El cuarto pretendía un equipo más cosmopolita y elegante, otro ideal inmigratorio: Champagne; Estevenaux, Cooper, Zurbriggen y Fideleff; Esmerado, Prediguer, Fritzler; Imbert, Wagner y Mouche. DT: Russo. Para el quinto, los demás eran todos una manga de convencionales. Para él, la posta era el fútbol bizarro. Además de un doble cinco, en el arco ponía dos arqueros, los dos de Colón, Pozo y Bailo. El resto lo tenía clarito: Turus, Argacha y Papa; Bardín y Canuto; Torassa, Óbolo, Gino Clara y Ftcla. DT: Torrente.
Yo que anotaba todo con disimulo en servilletas semitraslúcidas iba imaginándome otros posibles. Uno geográfico con Islas, Lagos y Ríos, otro de próceres con Saavedra, Sarmiento y Moreno, y hasta uno anal con Ortigoza, Hoyos y Malano. Pero no quiero meterme mucho en temas que no conozco, así que me limito a transcribir lo que oí. Si alguien sabe tanto de fútbol como los tipos del bar y se anima a proponer otro equipo, yo tomo nota con todo gusto.

jueves, 18 de agosto de 2011

Sentimiento indestructible


Por Hilario González
River Plate tu grato nombre arrancó su viaje exótico por las tierras inexploradas de la B Nacional. Un torneo muy difícil que no hay que subestimar, repiten los agoreros que alimentan el morbo de señoras que no saben nada de fútbol pero opinan en las verdulerías acerca de la triste realidad riverplatense. Porque en la B Nacional juegan hombres de patas peludas y dientes torcidos como hombres lobo y te van a hacer sentir el rigor de la categoría. Casi cualquiera habla de River y repiten lo que escuchan sin saber lo que pasa.


El panorama de las frases hechas en este tiempo muerto desde que el ascensor bajó a la B y hasta ayer, que por fin se abrió la puerta del túnel del Monumental, nos pintaba el viaje por la B Nacional como si fuera una travesía china por un paisaje desolador. Dicen que River va a viajar más de 1.000.000 km en un tour nefasto organizado por la Momia y Silvio Soldán. Parece que nos van a comer los caníbales, que los jugadores de la B Nacional fueran gladiadores, campeones de lucha libre, asesinos corta piernas o tuberculosos que si te escupieran te sacarían ampollas en la piel. El viaje por la B Nacional es un arreglate como puedas con dos fósforos y tres empanadas y estás en bolas en una isla salvaje donde la arena te calcina los pies y los nativos tienen porongas de 45 cm.

Para colmo la noche del debut, el histórico martes 16 de agosto de 2011, era horrible. La lluvia y el frío hacían presagiar la presencia del Yeti como forma palpable del fantasma de la B. Era una noche para el crimen, la antesala de una ejecución programada. Y, para abonar el aire mortuorio, River jugaba nada menos que con Chacarita.

Para sumar un poco más a la teoría del terror les quiero contar una historia que me llegó los otros días y no sé si la estoy robando de algún lado o lo soñé. La historia de un partido memorable entre empleados del cementerio de la Chacarita: Nicho Vs. Tierra. Los de Nicho eran más altos, flacos y pálidos. Los de Tierra, en cambio eran más bien morrudos y oscuros. Todo eso producto de que sus actividades diarias habrían moldeado sus cuerpos o bien debido a la selección de personal que hacía escrupulosamente la administración del cementerio. El partido se jugó en un terreno baldío que había entre las últimas tumbas y las vías del San Martín. Esa noche había niebla, llovía mucho y la cancha era un barrial. No había casi nadie mirando. Tan sólo un viejo linyera que estaba sentado sobre un carrito de supermercado, detrás de uno de los arcos. El hombre miraba atentamente las acciones y gracias a él la historia llegó hasta nosotros. El linyera contó que a poco de empezar, el partido se hizo áspero. El agua de lluvia y el barro lo hacían más espectacular. No había réferi, por supuesto y no se cobraba nada de nada. Era un partido entre hombres, por el honor o por quién tenía más huevos o la tenía más grande en el cementerio. Se jugaba poco, se pegaba mucho. La pelota flotaba de aquí para allá. La tierra se removía por los pisotones y las barridas de los jugadores y, entonces, de entre el barro empezaron a aparecer los primeros huesos. Los de Nicho y los de Tierra estaban tan enfrascados en su lucha que no se dieron cuenta. El hombre sí, el prestó mucha atención a lo que sucedía, pero no dijo nada. Sin proponérselo los protagonistas, el match entre Nicho y Tierra se transformó en un ritual satánico y cuando la lluvia se hizo más intensa y la noche más negra, ahí empezaron a salir los muertos. Al principio, todos ponían. Todos contra todos, como ciegos debajo de la lluvia torrencial. Pero pronto los zombies, uno a uno, fueron perdiendo el interés y se escaparon del cementerio en todas las direcciones. Cuenta el viejo linyera que vio varios de esos zombies jugar en la B Nacional. Así que no es de extrañar el mito ese de que el campeonato del ascenso es verdaderamente monstruoso.

Fui a la cancha, decía, a presenciar el arranque de River en la B Nacional. Fui con mi amigo Guille. El mismo que me llevó la primera vez al Monumental. Fue en algún momento de 1976. Estábamos charlando a la salida de misa. La familia de él y la mía. River jugaba esa misma tarde. Éramos chicos para ir solos. Guille dijo que iba y yo me moría de ganas, entonces mi mamá dijo que me iba a llevar, pero el padre de Guille se ofreció gentilmente. No me acuerdo con quién jugaba River. Por ese entonces, faltaba cerrar una parte de la herradura, todavía no estaba la tribuna donde ahora está el cartel electrónico y me impresionó que se podía ver el Río de la Plata. Esa tarde, la cancha estaba llena, el cemento se movía, había olor a panchos y a goles. Y esa tarde grité un montón. Y a esa tarde le siguieron muchos campeonatos felices, muchísimos, muchos más de lo que pueden decir otros. Por eso, yo asocio ir a la cancha con la felicidad. Siempre. A pesar de todo.

Entonces, Guille me llamó el lunes y me dijo de ir. Nos pareció simbólico que arrancáramos juntos el tan temido periplo por la B Nacional. Era como empezar de nuevo. Y ni bien entramos, los viejos miedos nos saludaron.

Las tribunas estaban colmadas de hinchas masoquistas que no creyeron en los pájaros de mal agüero que fabricaban las frases hechas. Nos hermanaba la desgracia y encontrábamos en el otro un brillo extraño en unos ojos de laucha y en los pelos de nutria sobre la cara y todos teníamos un rictus nervioso como soldados en la lanchas del desembarco en Normandía.

Era el día D. Había que estar llueva o truene. En el entretiempo, el agua corría por nuestras cabezas y espaldas y los monstruosos jugadores de la B Nacional ya no nos parecían espectros de seis cabezas, sino tipos normales, laburantes mal entrenados y torpes como cualquiera de nosotros o antiguas glorias que ya estaban de vuelta y mostraban sus últimas artimañas para sacar el partido adelante.

Al final, cuando el triunfo se había consumado, me pareció escuchar el aullido de unos lobos o era el ulular de un monstruo que se iba del Monumental para dar paso a la realidad. Pero no, no era nada de eso, era el rugido de la gente, la expresión de ese sentimiento indestructible del que me siento orgulloso.

domingo, 24 de julio de 2011

Ellos y nosotros, Mariano Fiszman

El sábado pasado me tocó viajar hacia Rosario. Fui con la caravana de la esperanza. Autos con banderas argentinas. Creemos que pasamos al micro de Argentina, un improbable Di María absorto en su ipod o en patas estirado sobre el cabezal de adelante.
Anoche volví con micros de paraguayos cerveceantes y autos de alta gama a ciento cincuenta que empezaron a matizar autos uruguayos, menos ostentosos, pero alegres, después de Zárate.
En el medio está nuestra ausencia.
En el medio del partido, mientras se hace el café: Uruguay juega como jugábamos nosotros cuando nos fue bien en los últimos años: juveniles de Pekerman, equipos olimpícos, equipos de Bianchi, Vélez, Estudiantes, y algún otro.
Me voy a ver el segundo tiempo.

viernes, 1 de julio de 2011

Con todo respeto

Por Daniel A. Liñares

Que se entienda que esto no es burlarse de la desgracia ajena, sino un simple y efímero festejo de la ocurrencia popular, con uno epílogo de opinología cuya lectura el necesitado lector podrá ahorrarse. El mejor chiste que escuché en estas circunstancias implicadas en el descenso del Club Atlético River Plate es lo que voy a contar, para finalizar con una serie de digresiones
Vamos a enmarcarlo en un repaso de cómo fueron evolucionando las humoradas al respecto—al menos desde mi perspectiva de no tener tele, o sea que me entero de poco y nada salvo cuando hay algún partido que prometa ser intenso y me lo voy a tomar con una birra a algún bolichito de la zona o al Estrella si no es domingo (ahora cambió la concesión, está a cargo del buffet Emilio, un bigotudo sensible, hincha de River y simpatizante por barriada de Huracán, justo).

1- El chiste urgente:
— ¿Sabés cómo le dicen a River?
— No. ¿Cómo?
— Canal Trece.
— ¿Por qué?
— Porque se quedaron sin Fútbol de Primera.

Nota del jurado: Malísimo. Lo de que había que inventar urgentemente chistes con River era consabido, así que la inmediatez no es necesariamente un mérito. No deja de ser interesante que se dibujan con claridad en la estructura del chiste los principios constructivos a los que apela en su inmediatez: la asociación de ideas, en términos freudianos, o las relaciones asociativas de una lengua en términos de Saussure (nunca terminaré de saber cómo se escribe, pero me encanta escribir: “en términos de Saussure”, como que siento que me reviste de una estúpida dignidad). O sea: ante el suceso específico, se abre un campo de palabras clave (descenso, B, primera en este caso), a partir de las cuales y mediante su asociación con alguna idea otra —casi que la que fuere: lo importante es que ese espacio no quede vacío—, generar una idea compleja, a partir de dos ideas simples. En este caso del chiste urgente y fácil...

2- Chistes estándar
2.1

— ¿Sabés cómo le dicen a River?
— No. ¿Cómo?
— Piolín.
— ¿Por qué?
— Porque se fue con el Globito

2.2
— ¿Sabés cómo le dicen a River?
— No. ¿Cómo?
— Caperucita Roja.
— ¿Por qué?
(Obvio (a mí estos dos me los contaron en orden inverso, la misma persona, supongo que tiene tele en su casa):)
— Porque se fue con el Lobo.

3- La culminación del sentido, el non plus-ultra, el apogéo de la inventiva popular
Quizá los hinchas de River aprecien que quede todo dicho de una vez así no les hinchan más las pelotas y listo. Igual fue muy notorio (a mi parecer, o desde mi perspectiva) el grado de solidaridad que espontánea e individualmente todos hemos tenido con nuestros amigos de River: nadie salió con los botines de punta, todos respetamos el duelo, y el chiste que ya se nos había ocurrido lo soltamos recién en el momento de los velorios en los que los nervios permiten la risa.
Y bueno, el mejor que escuché, y después say no more:

— ¿Sabés cómo le dicen a River?
— No. ¿Cómo?
— Gallinas.

Esto que pasó les juro que yo jamás lo hubiese creído. Merece un epílogo.

EPÍLOGO:
Postales caprichosas:
El Turquito Mohamed, cuyo equipo apabulló (una vez más y como siempre que hay algo importante en juego) al club de sus amores. Si el Turco hubiese manifestado en su momento otra cosa en vez de algo medio falto de esperanza con respecto a Huracán: “Ojalá que Huracán no tenga que definir ante nosotros”, quizá el universo pudiera haber llegado a imaginar otro rumbo para los acontecimientos que lo conforman y le son parte.
El jugador de Boca hincha de Huracán que metió los dos goles ante Gimnasia.
Palermo que, siendo jugador de Boca e inequívocamente manifiesto hincha de Estudiantes, pensó en no jugar la última fecha ante Gimnasia por su amistad con el Guille, pero termina jugando.
El Guille que apareció ascendiendo a Gimnasia (quizá este dato no sea cronológicamente exacto, en cuyo caso ruego sea interpretado metafóricamente) y se retira acompañando hidalgamente su descenso de sol en el ocaso. (Ojalá que siga el Guille, en un momento dado fue el mejor jugador del fútbol argentino, y la dupla que hacían en Boca con el Caniggia (o como se escriba) no me la olvido más; sin ser específicamente hincha de Boca, ver esa dupla en la cancha (en el equipo contrario, en mi caso) fue uno de los máximos lujos que el fútbol lujoso me dio. Perdimos 4 a 0 contra ellos. Y no recuerdo bien, o si fue un sueño, que me sangraban rojas las manos de tanto aplaudir fútbol. Si fue así, seguro que mis aplausos eran acompañados de una arenga del tipo: “¡Che, esto hay que aplaudirlo! ¿Somos o no somos Independiente? ¿No les gusta el fútbol? ¿Desde cuándo no existe en el hincha de Independiente la concebibilidad de aplaudir el fútbol del equipo rival cuando linda con lo maravilloso?” Porque me parece que incluso si fue un sueño, el único que aplaudía era yo. Mi amigo me decía que nos fuéramos, que ya no había nada que ver. No le dije nada. No sé si era que me miraban mal o qué. Unos boludos: ¿por qué no miraban el partido, que estaba zarpado de un fútbol espectacular? No me acuerdo que hizo él al final. Yo supe lo que tenía que hacer: era uno de los pocos elegidos para ver la Revelación. Y la estaba viendo, ¿o dónde me iba a ir? ¿Y a qué? En fin, me dio pena por el Guille, que se retire así. No sé cómo fue el partido, no lo vi.
El Bichi Fuertes, que es el que manda a la B a River. Ahora, retrospectivamente, queda clarísimo: a River a la B lo mandó el gol del Bichi Fuertes en el Monumental. A partir de ahí ya el desmoronamiento había empezado, al menos a mi parecer. El Bichi Fuertes pidiendo perdón en vez de festejar su gol.
(¿En serio que el hincha de River está pidiendo la cabeza de J. J., que, sin entrar en detalles, tuvo el coraje de inmolarse, en vez de pedir la de Simeone, que sacó en su última campaña en River considerablemente menos puntos que los que sacó el equipo bajo la conducción de J. J.)
J. J., que ya había descendido dos veces como técnico y el Olé que se lo recuerda al hincha de River recién en la última fecha.
La actitud del Bichi Fuertes creo que sintetiza la actitud que a tomado la tribuna universal. Lo antedichos: Hasta en los velorios se hacen chistes, con mayor o menor grado de tacto y oportunismo, en el mejor sentido de la palabra.

miércoles, 29 de junio de 2011

A tragarse este sapo

Tengo una cosa en el buche que no puedo digerir y, tal vez, algún debate o algún consejo de Uds. pueda disolver ese bolo y por fin pueda tragar el sapo.

(El descenso tiene miles de razones, muchos culpables, ningún resposable... ok, es otro debate. El dolor, la pena, la virginidad rota, lo que ya nunca va a volver a ser... ok, es otra cosa también. Recomiendo el post anterior a este que es muy, pero muy bueno.)


River ya descendió. Somos vampiros, ya nos mordieron con ese veneno del descenso, ahora, no le tengo miedo a ninguna otra desgracia porque somos la vergüenza. Y aunque siempre se puede estar peor, prefiero tener esperanzas en que vamos a empezar a mejorar, de algún modo.


Al tren de la esperanza, me subí en la estación del entusiasmo. Me había entusiasmado, seguramente como mecanismo de defensa ante la desgracia, con ir a la cancha todos los partidos que River juegue de local (porque de visitante no te dejan ir),me había entusiasmado con ver la cancha llena de alegría después de la tristeza, me había entusiasmado con la idea de resurgir agigantado. También entusiasmé a varios amigos fanas de River, que se hicieran socios, que apoyemos, que fuéramos juntos a la cancha.


Incondicionalmente.


Pero... no, me quieren cortar la piernas (qué lástima de Diego no es de River, las declaraciones que se perdió la humanidad). El sapo que no me quiero tragar ahora es el tema de la pena impuesta por los disturbios causados con posterioridad al descenso.


El análisis que hago es el siguiente:

Se sabía que iba a haber quilombo, se intentó jugar sin público después de lo que pasó en Córdoba. Se armó un dispositivo (que nunca funciona, ni funcionará) con 2500 policías. La indicación de jugar igual con público a pesar de saber que iba a haber lio fue del comité de seguridad. La cantidad de policías fue determinada por el comité de seguridad, obligando a River a hacerse cargo de los costos. La distribución, organización y demás detalles de la seguridad está a cargo de la Policía Federal contratada a tal efecto.


Ahora, lo platos rotos los paga el club y la afición riverplatense. Fíjense que no digo hinchada, la afición es un término más amplio y dentro de la afición la hinchada es una minoría. La barra brava, a su vez es una minoría dentro de la hinchada, los revoltosos, un grupo más diminuto aún.

Y cuando digo afición, me refiero al que palpita cada partido y sufre o festeja.  Mi hermano, por ejemplo, que vive en Catamarca, que tendrá que ver con todo esto. Y tantos otros. El papá de Rolando que está triste, mi primo que vive en Bélgica, 6 millones de etcéteras.

Yo soy un ingenuo terrible, seguramente. El análisis mio es muy liviano, pero si profundizo capaz que encuentro más razones para sentirme así. Porque no entiendo por qué ahora el comité de seguridad dice que va a suspender a River de local por 20 partidos y con la quita de puntos, si los que fallaron en el operativo fueron ellos, porque lo armaron ellos como les pareció a ellos. Y River cumplió lo que le pidieron hacer.

Si, además, los policías no se gastan en identificar o detener y someter a la justicia a los que hicieron desmanes. Porque los que rompieron cosas son personas de carne y hueso, no fantasmas que representan a River. Son desequilibrados mentales que viven en nuestra sociedad, que tiene sus problemas y son extra futbolísticos. Y pretenden hacer responsable a River, en este caso, parece.


No entiendo.

Se me vienen a la cabeza estos ejemplos:

Es como si en la época de los saqueos a los supermercados, a alguien se le hubiera ocurrido sancionar al supermercado por no evitar los disturbios que se veían venir.
Es como que la culpa es de la mujer que provoca sólo por existir y no del violador. O la culpa es del fabricante de ropa o de los shampúes que hacen tan linda a la mujer.
Es como que si chocara un borracho, la culpa fuera de las fábricas de vino, o de todas las provincias cuyanas, porque no. O de los hijos del borracho que no hicieron nada para detener a su padre.


Me parece tan absurdo el castigo, como cómodo y pajero, porque es más fácil castigar al club que buscar a los responsables, a las personas que rompieron todo. Sé que son las medidas que se vienen practicando desde que a alguien se le ocurrió esta forma absurda e inútil de reprimir. Es más fácil hacer cualquier cosa que resolver el problema. Y este tipo de castigos ya demostró no tener resultados.

Yo no sé cómo se resuelve el problema, pero castigar al club es como castigar al supermercado, a la mujer o a las provincias cuyanas.


Y no me quiero tragar este sapo. Y no sé cómo hacer para ser escuchado y que alguien me explique por qué me lo tengo que tragar igual.

Abrazo de gol.

lunes, 27 de junio de 2011

Tribuna riverplatense

Bajo este título invitamos a los hinchas a dar sus impresiones sobre LO QUE ESTÁ PASANDO.
Hoy opina Pablo Ingberg.

BiBa RiBer

(La primera vez duele más)

Vamos a perder una virginidad: la de no haber jugado nunca en la B. DeButemos con placer. Hagamos la experiencia. (Con forro, por favor.)

Grandes son los que tienen humildad y entereza para levantarse cuando caen.

Ser hincha del que gana es fácil. Y si es de uno que gana siempre (si se diera), es superficial. Quien no conoce las honduras del dolor no conoce la altura de la alegría.

Yo nací en 1960 y soy hincha de River desde los 3. Tuve que esperar hasta los 15 para verlo campeón. (Espero no esperar tanto para verlo campeón de la B.)

Que caigan los grandes democratiza el fútbol. Que baje un equipo de la Capital y suba uno de otro lado lo federaliza. Así se reparte la riqueza, así las alegrías y las penas. Estemos contentos de haber contribuido a eso con nuestra tristeza de hoy, contribuido a la alegría que reciben otros a cambio. La alegría legítima, no la de los miopes que escupen para arriba y tal vez pronto tengan que limpiarse su propia saliva de la cara.

Aguilar quebró el club. Grondona premió a Aguilar. Barras recibieron su mordida. Ése es el único pasado que merece revisión. Lo demás es anécdota, llorar sobre la leche derramada. Penales que no nos cobraron, algún gol mal anulado y otros fallos en contra: sí; pero eso no explica 3 años de campaña paupérrima, ni un cúmulo de errores propios en el último campeonato: porcentaje de efectividad en situaciones de gol pasmosamente bajo (grandes atacantes y mediocampistas que no aprendieron a embocarle al arco y errarle al arquero); pobreza de juego (habilidosos que no consiguen armar una jugada en equipo más que una vez cada tres partidos); cagazo (grandes defensores y mediocampistas a quienes la pelota les quema en los pies cuando la cosa se pone peliaguda); errores o desgracias pueriles de arqueros o defensores que regalan o se hacen goles o penales; y todo eso en parte por fallas de dirección. Total: sólo anécdotas para el olvido, como en las mejores familias. Son buenos muchachos que tuvieron que atravesar un mal período y todavía van a darnos alegrías. Passarella acaso se confió, no supo estar del todo a la altura, pero agarró una brasa ardiente y todavía puede mantenerla encendida para que el fuego resurja. JJ se mancó al final y habrá cometido errores, pero hizo la mejor campaña de River en los últimos 3 años. No me interesa particularmente que se quede, pero me molesta la injusticia exagerada y morbosa de último momento. Además, fue un jugador extraordinario de mi primer River campeón, igual que Passarella. Tienen parte de responsabilidad, pero no tanta, y ¿de qué sirve seguir desangrándonos por las boludeces del pasado? No se trata de crímenes de lesa humanidad. Hay que construir con lo que hay.

Muchachos riverplatenses: a bajar el penacho del orgullo, a bancarse el dolor con humildad y entereza. Es duro, como si se hubiera muerto un ser querido. Hagámosle el honor, entonces. Apoyemos para que resurja de las cenizas.

Nunca tuve camiseta, porque sería redundante: la llevo impregnada adentro. Pero si tuviera una, en estos días más que nunca la llevaría puesta a todas partes.

lunes, 13 de junio de 2011

Clausura 2011: Vélez Campeón

Fue un campeonato extraño. Y termina de manera anticlimática. Medio una amargura, diría.
Porque Vélez, claramente un equipazo, le ganó de visitante a un Huracán anteúltimo en la tabla y en zona de Promoción. Partido intenso. Pero a puertas cerradas. Estadio vacío. Se escuchaban los celulares, las protestas de jugadores, y el eco de los gritos técnicos.
En el Amalfitani, los hinchas del Fortín deliraban frente a una campo de juego despoblado y una pantalla gigante, mientras su equipazo ganaba y reventaba al Globo. Después tuvieron que esperar dos horas, hasta que jugara Lanús con Argentinos, a ver si daban la vuelta o bancaban una semana más.
En el medio fue el turno del irreconocible River, que no pudo con el Pincha (y hasta zafó, se diría). Terminó 1-1, y volvió a depender del resto. Dejó una imagen preocupante, y cierra de local con el Granate.
De los rivales en el descenso habían ganado Arsenal (1-0 a Colón), All Boys (1-0 a Gimnasia) y Quilmes (2-0 a San Lorenzo). Mientras que Olimpo empató (1-1 con el colero Ñuls) lo mismo que Tigre (0-0 con el Rojo, ya fuera de peligro; lo vi: partido horrible).
Lanús en su cancha fue con todo, pero Argentinos (lucido el arquero Ojeda) lo vacunó, le ganó 1-0 y desató el delirio de Liniers. Los jugadores en la Villa Olímpica y la gente esperándolos en el estadio y en las calles.
Aunque lo más emotivo de la fecha fue la despedida de la Bombonera a Martín Palermo.
Boca, pensando en la Sudamericana enfrentaba a Banfield, volvía Román y el goleador esperaba convertir uno más para superar al choto de Sanfilipo. En la cancha estaba el Diego con Benjamín. La fiesta había empezado más temprano: una caravana acompañó al Nueve desde el hotel hasta el estadio. Era como un partido despedida pero por los puntos. Martín tuvo una casaca especial con el 9 y su nombre en dorado; sus compañeros, un brazalete más informativo que cariñoso: 12-6-2011 / Se va Palermo. El referí, Toia, se lesionó a las 15' pero no quiso perdérsela y esperó hasta el entretiempo para pedir el cambio, y dejarle el lugar a un pibe que debutaba en primera. Boca arrancó mejor en un partido parejo: todos querían el gol de Martín. Pero se puso en ventaja con Colazo, pero hacia el final Luchetti, que a juzgar por su piyama estaría medio dormido, se mandó una cagadita: lo anticiparon en un centro y el cabezazo terminó en la red.
El partido terminó 1-1, con Boca sin clasificar aún, pero siguió la fiesta, con algo de cumpleaños de 15. Conducía Pergolini, le mostraron a Martín unos videos para hacerlo llorar, le pusieron una capa de superhéroe, lo hicieron dar una vuelta de saludo a las tribunas y hasta le regalaron un arco. Fuego artificiales, música de película.Todo emoción, lágrimas y espasmos del pueblo bostero y, parece ser, buena parte de los argentinos. Palermo es de Estudiantes.
Todavía queda una fecha para ver qué pasa con las 2 plazas que quedan para la Sudamericana (entre Arsenal, Argentinos, Racing, Boca, All Boys y River), la Promoción y los descensos (entre River, Olimpo, Tigre, Huracán, Gimnasia y Quilmes).
Por lo pronto, felicidades al Tigre Gareca y su equipazo campeón.


Post Data: Al cierre de esta edición, Racing le ganaba 2-0 de local a Godoy Cruz (otro equipazo), que descontó al final del primer tiempo. Y se lo dio vuelta en el segundo: 3-2. El Tomba, que jugó la Libertadores, les ganó a casi todos los "grandes".

domingo, 29 de mayo de 2011

Dale campeón



"¿Hay un goce más dulce que ver a todo un pueblo entregarse a la alegría un día de fiesta, y a todos los corazones abrirse a los rayos expansivos del placer que pasa rápido, pero con intensidad, a través de las nubes de la vida?"

Jean Jacques Rousseau,
1712-1778.

lunes, 2 de mayo de 2011

Fútbol y medios

Entre el fútbol y yo están los medios.
Hace rato que no juego a la pelota.

Y lo que sucede es esto, por ejemplo: el clasico de Avellaneda me encuentra en Rosario. Intento seguir el segundo tiempo desde la página web de Canal 7. La imagen zafa pero el audio está raro.



Pruebo ver la pantalla y prender la radio. La antena está rota así que no tengo AM. Y la única FM que encuentro transmitiendo el partido se escucha así.



Ahora en casa. Antes con Fibertel podía desenchufar el cable que entraba al módem, meterlo en la tele y ver cable pipí cucú. Pero desde que me reconecté, con el nuevo tendido, sólo banda ancha. Así que volví al aire. Tengo un 21'' pantalla plana... con antena retráctil. Y este clásico River-Racing se ve así.



Por lo menos el fútbol sigue teniendo mucho de imaginación.

martes, 8 de febrero de 2011

La picó

De aquella definición contra Ghana queda el preciso recuerdo: “cuando Abreu la picó”. Hace poco lo escuché contado por su propia voz. Cómo le anticipó a los compañeros que la iba a picar en el último penal. La cara de terror de los compañeros. Cómo le dijo “tranquilo Maestro” a un Óscar Washington Tabárez Silva también espantado por el pronóstico. Y cómo el míster cerró el cuento diciendo “el hijo de puta la picó”.

Sus anécdotas son siempre desopilantes. Un cronista al final de un partido en el que hizo un gol de cabeza lo chicaneó para ver quién era mejor cabeceador, si él o Palermo. Él dijo que Palermo era mejor. El cronista repreguntó: ¿y vos en que sos mejor? Se tomó una breve pausa mirando al horizonte y le soltó: “Haciendo asados; haciendo asados lo mato”.

Washington Sebastián Abreu Gallo lo hizo otra vez. Para ser preciso, dos veces en tres minutos. Jugaban su Botafogo contra Fluminense, clásico por el campeonato brasileño, no un partidito cualquiera. 2 a 1 abajo, penal a favor a los 6 del segundo. La pica, el arquero se queda paradito, la embolsa fácil y lo humilla. Tres minutos después, nuevo penal a favor. Lo pide, y ¿qué hace?: la vuelve a picar, esta vez más esquinado. Gol y empate. Gestualidad señalando los huevos que tiene. Luego, además, terminan ganando 3 a 2.

Que se roba el protagonismo es evidente, que se sale de lo común -no en vano es apodado “El loco”- también. Como espectador siempre lo veo buena onda, con picardía rioplatense, con seriedad uruguaya, si se me permite el análisis superficial. Creo que la cosa va más allá. Y en este caso ni siquiera puede ser denunciado de ineficaz, en una virtual critica bilardística anti menottiana, y por extensión tiki-tikiana cappística, y aún considerándolas falsas dicotomías, porque hay algo más inapelable: tanto a Ghana como a Fluminense le ganaron. De hecho, una de las respuestas de Abreu al cronista que con timidez lo cuestionó luego del partido fue “¿entró o no entró? “

Es quizá una cuestión de estilo. En tenis, por ejemplo, y salvando las distancias, un Fabrice “El mago” Santoro, que descoloca con su juego distinto. A veces pueden rozar la mera exhibición tribunera, como un globetrotter, o esos dos chabones, franceses o belgas o algo así que juegan al ping-pong en joda, y también eso puede tener su interés. Pero no, estos juegan por los puntos, y muchas veces ganan. Tipos que hacen otra cosa, sin olvidarse que juegan para ganar. Si bien con otros ribetes, ineludible es la referencia al escorpión de Higuita, un movimiento personalísimo de distinción, con cierto sello, llamémoslo poético, que subvierte los valores. Aunque la racionalidad grita “arriesgás al pedo”, el cómo nos hipnotiza, de algún modo se come al qué. Acá, sin olvidarnos del resultado, triunfa la forma y el caso es que, quiero repetirlo una vez más: la picó.

Federico Merea