miércoles, 22 de abril de 2009

Clásico

por Mariano Fiszman (neutral).

Yo lo vi en el San Bernardo. Solo. Mi hijo arregló con un amigo y preferí no recordárselo. Se sabía que era un partido que iba a hacer doler los ojos. Sin embargo fui. ¿Por qué? Porque cualquier fútbol gusta, porque es emotivo, porque estoy al pedo y porque quedarse en casa es peor.
Fui temprano para conseguir silla y lugar. Un libro gordo en el bolsillo interior de la campera de jean para antes y para el entretiempo. Fútbol y literatura juntos, y que los eunucos bufen.
Cuanto peor es el partido, más detalles infames para señalar, pero ¿vale la pena? Seguir fijándose en Abondanzieri, por ejemplo, en cómo mueve la lengua adentro de la boca cerrada y cómo se come los goles. O en la heladera despatarrada con la puerta abierta y los frascos de mayonesa volcados que es Fabiani.
Diálogo muy porteño entre parroquianos a raíz de un choque entre estos dos jugadores:
-¿Sabés todo lo que le falta ganar a Fabiani para compararse con Ibarra?
-¿Pero vos sabés las minas que se coje Fabiani?
Me hizo acordar a un santafesino que decía, veintipico de años atrás, chicaneándose con otros provincianos: Nosotros nos cojimos a Susana Gimenez (por Monzón).
Y goles de Palermo y Gallardo, por Dios, en qué año vivimos. La figura para mí: Buonanote.
El ambiente del bar en estos casos es una historia aparte. Mil manuales de socio, psico, filo y antropología. El clima fervoroso y amigable de siempre se quebró. Un par de pendejos que no eran del lugar gritaron mal el gol de River. Exceso de puteadas en dirección a un grandote de Boca. Yo estaba justo en el medio. Cuando el de River puteaba, el aire me movía los pelos. Cuando el de Boca se estiró para agarrar el taco de pool me tocó la rodilla con su codo. Les digo que la chivé. Medía la trayectoria del taco y la de la botella de quilmes y cada vez en el centro exacto estaba yo. Al final, la ausencia de otras emociones me jugó a favor.
Feo fútbol.
El libro que llevé, eso sí se los recomiendo, de Balzac, "Ilusiones perdidas".

Boca - River

por Alejandro Güerri

Fui a
Cambalache a ver el superclásico (¿cuándo se bautizó así este partido y por quién?), la pizzería donde vamos con mi amigo Topo cuando River juega de visitante y donde asombrosamente está invicto. Esta vez se sumó Fede.

Venía de un sábado mal dormido y el partido era por momentos un sueño y por otros una pesadilla. Sabía que el resultado incidiría en mi ánimo el resto del domingo y no sé qué me ponía más loco, si la cantidad abrumadora de publicidades que impedían ver el juego en la parte de abajo de la pantalla o los pases que los defensores y mediocampistas de River le daban limpitos a los de Boca.

Cada vez que enfocaban la porra de Pipo se me escapaba una sonrisa. Recordaba el negocio que Topo me propuso sábados atrás: “Hagamos la Barbie Gorosito”.

En el entretiempo, con el alivio del cero a cero, me avivé que en la pizzería estaba Ángel, el ex portero de casa, y tuve un pálpito: “hoy ganamos seguro”. Siempre que me cruzo con ese tipo pasan cosas buenas. No dije nada a mis amigos para no ser yeta pero vi el segundo tiempo convencido de que victoria y millonarios eran sinónimos.


Cuando Palermo la clavó desde lejos, llegó la revelación: los hinchas de Boca se levantaron con un grito y los de River nos quedamos en silencio, a las puteadas por lo bajo.

El tiro libre de Gallardo me dejó afónico. Cagón y
valiente pensé: “si los bosteros hacen un gol ahora, nos lo van a gritar en la cara y se pudre”. Chau civilización.

Lo que se erró Falcao es una demostración más de que con la pelota en los pies el tigre es un queso. Que a rosales lo sigan poniendo resulta inexplicable (a veces creo que es un piojo López sin desborde ni centro ni gol ni ojete) y en general me enfurece.

Cuando iban uno a cero, les faltó Riquelme para poner el culo, aguantar la pelota, chichonear en el córner, hacer echar a un Pacogerlo y que la Bosta nos ganase con toque y ole de la doce. Mejor. No ser humillado de continuo contribuye a una mejor autoestima.


Salimos de
Cambalache con el uno a uno definitivo. No estábamos contentos pero sentíamos paz. Comentamos lo choto de la defensa con foco en Cabral, lo asustadizo que
parece siempre el Pato y lo bajo que está el Ogro. Dijimos como todo el mundo: "que deje de hablar y juegue".

Topo se subió a su bicicleta
y con Fede nos mandamos a correr.

sábado, 11 de abril de 2009

Ya lo dijo Jorge Luis

Borges en “La Noche Cíclica” :

Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
... (si querés, sigue acá)

El entusiasmo que pone un ciego para superarse (aunque Borges no era ciego cuando escribió ese poema) se parece a lo que canta el hincha que, en cierto modo, sí es ciego:

River es pasión, locura de mi corazón
Te sigo adonde vas y cada vez te quiero más.
Los técnicos se van, los jugadores pasarán,
La banda quedará y nunca te va a abandonar...

El fútbol es un sentimiento inextricable, diría Borges.

La calesita de técnicos y jugadores que cambian camisetas tan rápido hacen del fútbol actual un tema borgeano, por lo cíclico, al menos. Pero el amor por la camiseta es pasión y esos cambios, si bien todo el mundo es un gran negocio, no le caen bien al hincha.

En este momento, lo que puntualmente me preocupa es que, después de la derrota en la altura, se anda rumoreando que se sentarían a conversar Diego y Riquelme para limar asperezas (otro tema: frases hechas en el fútbol).

Eso no lo acepto.

Como dijo Dolina: más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.

(...)
Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
vuelve a mi carne humana la eternidad constante
y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»

Por Hilario González
(pidiendo permiso)

miércoles, 8 de abril de 2009

Antes que los alemanes


"Entre todas las cosas que observo de los rivales, presto mucha atención a la ejecución de penales. Tengo estudiado a la mayoría. Conozco de qué forma patean por lo general. Les explico todo a nuestros arqueros y en muchas ocasiones, después del trabajo habitual, yo me encargo de tirarles penales. En la carrera les grito: Almirón, o Martino, o Marangoni, o Dertycia, y el arquero tiene que moverse hacia donde tenemos estudiado a cada uno. Si se trata de la definición de un partido, el que tira los penales difícilmente cambie su estilo habitual. Lo tira como siempre, porque así se siente más seguro."

Declaracion de Fernando "El Nano" Areán, técnico alterno del River del Bambino.

Sacada de El Gráfico Edición especial: River campeón, marzo de 1986.

lunes, 6 de abril de 2009

1-6

Para mí fue el cuerpo. Si no funciona el cuerpo nada funciona.

El mediocampo no entraba ni en un plano general. No estaban.

Los amigos de Evo llegaban a nuestra área con todo el tiempo del mundo.
La defensa opuso una débil resistencia.
Carrizo aguantó todo lo que pudo.

Para ellos jugaba un brasilero. Para colmo nos hizo un gol.

Adelante un par de piques; después fundirse y boquear.

Hace un año, en este mismo escenario, Diego gritaba (mientras se golpeaba el corazón con el puño) “Acá sí se puede”.

Tenía razón. Pero esta vez no se pudo. La próxima volveremos a poder.


por Federico Merea

jueves, 2 de abril de 2009

Caída en las alturas

por Fernando Aíta

Detalle de una foto de "¿Qué ves cuando me ves?"

Un triunfo de los humildes.
Diego
, emblema, sufre una derrota récord en las condiciones que fue a defender.
En una bandera verde, amarilla y roja se lee "Aquí vivimos, aquí jugamos".
Me gustaría estar a la altura de La Paz.
Tomar la merca revolucionaria y el escabio local.
Bailar con las hermanas y hermanos de Bolivia.
Pero soy argentino y hoy me afecta.
Es la primera vez que veo a mi equipo perder seis a uno.
Nunca me pasó con Independiente.
Sí adentro de una cancha de papi.
Por un momento parece irreal; después es terrible.
Pura impotencia. Soroche futbolístico.
El tercer gol fue la puñalada sorpresiva: minuto 45.
El 4-1 ultimante. La expulsión, incomprensible.
Todos engualichados por el imán de la pacha.
¿Cuál sería el lado bueno?
Perdimos la valla en cero y el invicto de la era del 10.
Algo menos que perder.
Hay sed de revancha.
Y dos meses de juntar ganas.
No te pongas mal, locura.
No dudés de todo.
Esperá que vuelvan a mover la bocha.