martes, 2 de septiembre de 2008

¿Pito?

por Fernando Aíta


Antes de que repitiera tercero y dejáramos de vernos, Matías Morán me dijo que iba a estudiar para referí.

Medio burro, no muy popular, buen pibe, alto, morocho, pelo al hombro y dientes de caballo, si se ponía nervioso tartamudeaba. Me acuerdo lo que le costó putear a Castro, el profesor de matemática que lo bochó en marzo. Le gustaba el fútbol, mucho, y no jugaba mal, ni tampoco lucía: sobrio en el fondo de la cancha, la reventaba sin pudor, ganaba de cabeza, tocaba preciso. Atlético y amigo del profe de gimnasia, no era de los que elegían últimos en la pisada.

Me dijo: Cuando termine el secundario, voy a hacer el curso de réferi. A mí me gusta seguir la jugada de cerca, mirar atento, ver si es fau o no. A veces dirigí partidos en la quinta. A mí me divierte, más que jugar. Hay que correr. No perdés nunca. Y conocés a todos los jugadores. Así decía.

En esa época, Lustó, Crespi, Aníbal Hay, Mario Gallina se vestían de negro y no les hacían reportajes. Te llegaban los nombres por el diario o la radio, los resúmenes de los partidos, o en la cancha si todos coreábamos, por ejemplo, “Lamolina, hijo de puta, la puta que te parió”. Pero si no había jugadas enquilombadas, nadie se enteraba de quién era el cuervo.

“Te van a cagar puteando”, creo que le dije.

Pensé en los árbitros de los torneos de papi infantiles, que hacen extras los fines de semana. Y peor, en los tipos de los campeonatos de grandes que se armaban los días de semana a la noche en la placita, cuando Sagol lo dejó a Gimnasia alambrar la cancha. Todos equipos de amigos y vecinos que venían jugando juntos desde pibes: muchos cracks fisurados y promesas incumplidas que se cagaban a baile. Dos por tres se armaba escaramuza entre esquinas rivales y terminaba en batalla campal. Trabajo insalubre y mal pago.

Los réferis viven de otra cosa, pensé. Me acuerdo que en mis años de cadete me cruzaba seguido con Olivetto en la casa central del Banco Provincia. El línea Otero era profesor de Sociedad y Estado en el CBC de Avellaneda. Giménez es sargento. Me pregunto a qué se habrá dedicado Morán. Los padres tenían una talabartería.


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