martes, 6 de mayo de 2008

Ser suplente, por Mariano Fiszman



Para algunos jugadores, el de suplente es un trabajo temporario. Unas semanitas, un par de meses, hasta que salga algo mejor. Después cuando entran se ganan el puesto, o por lo menos lo pelean. Otros, en cambio, hacen toda su carrera profesional como suplentes. En realidad trabajan años de compañero de pieza, bromista, rival de play, guitarrero, cebador de mate en los micros, consejero de juveniles y presentador de primas. Cambian de club y siguen siendo suplentes. En el precalentamiento, los titulares se apoyan en sus hombros para elongar. Corren al banco a abrazarlos cuando hacen gol (el suplente es fundamental como augur, terapeuta y cabalista). Si le toca entrar unos minutos, el titular le dice ¡vamos!, ¡huevos!, ¡meté!, poniéndolo en evidencia. La cámara, que ama la pasta del campeón tanto como las minitas, se queda con el tobillo vendado del titular y sus gritos nerviosos desde el banco. Aunque alcance a jugar unos minutos, al otro día los diarios no le ponen puntaje.


El suplente es una promesa que casi nunca se realiza. A su manera, la ilusión del fútbol los necesita. Por ahi sean útiles también en la vida cotidiana. Por ahi, más de un desocupado talentoso podría postularse con éxito como suplente: alguien que conoce bien las características y los movimientos de otro y lo reemplaza cuando es necesario. En caso de enfermedad, problemas de horarios, estrés, falta de ganas o bajo rendimiento, llamá a tu suplente. Estará esperando tu llamado en un banco de plaza, escuchando la radio con auricular y rascándose mientras repasa de memoria tu número de DNI o qué flores le gustan a tu mujer o cuanto nesquick le pone tu hijo a la leche.


Después pagále bien, mirálo a los ojos, decíle gracias y abrazálo fuerte. Se lo merece.


1 comentario:

  1. Muy Copado. Muy buena la mirada hacia la periferia. Los personajes secundarios son fundamentales también.

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