lunes, 11 de agosto de 2008

Jugueteos olímpicos, por Mariano Fiszman

La escena: madrugada: un monoambiente bañado de azul de pantalla con la tele en mute.
Una mujer en la cama.
Él, también en mute, sentado en el piso a los pies de la cama.
A sus espaldas la mujer no dejaba de roncar.
A los once minutos, cuando Riquelme y Messi les habían regalado la pelota dos veces cada uno a los australianos, tuvo ganas de darle una nalgada para castigarla. ¿Y si se despabilaba y se sentía obligada a devolverle el orgasmo trabajoso de la noche con comentarios o con toques comprensivos?
Por un segundo se vio Barreda. No sería lo mismo. Casi no se conocían. De hecho, le extrañaba que durmiera por primera vez en su cama y tan relajada.
A los veinte minutos quiso estar en China para ahorcar a Gago. Tuvo miedo de que la mujer abriera un ojo, dijera que Gago estaba fuerte y ahorcarla a ella. Barreda de vuelta. Ese fútbol frustrante lo empezaba a poner tenso. Respiró para aflojar. Los ronquidos subían y bajaban de volumen. Los interpretó como un comentario del partido. Messi se muestra apático y frío: JJJJJ. A Garay lo bailó un australiano: JJJJJJJJJ. Tocamos siempre para atrás: JJJJJJJJJJJ. ¿Juega Agüero? : JJJJJJJ. Entra Di María: JJJJ. Dormida, esa mujer sabía bastante de fútbol. Un motivo para no matarla si terminaban cero a cero.
En el entretiempo fue a fumar al baño. Cuando volvió, ella, con esa calidad de visionaria que empezaba a reconocerle, había girado en la cama.
Vio el segundo tiempo apretando la espalda contra el borde del colchón. Sin parar de pasarse por la frente, las mejillas, el mentón, la nariz y los labios una mano que olía a concha. Cuando Lavezzi hizo el gol apretó fuerte los puños y las muelas. Le pareció escuchar que en ese momento exacto ella intercalaba, en su cadena de ronquidos, un gemido gatuno. Se paró y se dio vuelta. Parecía dormir igual que antes, en posición fetal, la cabeza entre almohadones.
Apagó. Esa era otra penumbra, el amanecer a través de la persiana. Oyó pájaros. Se metió entre las sábanas frías. Se pegó al cuerpo de ella. Festejaron.

2 comentarios:

  1. Me gustó...está bueno...Miguel

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  2. ¿Podés creer que me pasó lo mismo? La única diferencia estuvo en que me desperté y la de al lado era mi mujer.
    Muy lindo, Mariano.
    Juan

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