lunes, 12 de julio de 2010

El Barba

Terminó el Mundial, se lo llevó España. Pero, salvo a los españoles, no creo que eso le importe a nadie más.

Hoy parecen tan lejanas las conferencias de Diego convertido en el Barba, los pelotones de pelotazos para los perdedores de las prácticas, los goles de pelota parada, el toqueteo abrumador de los tres de arriba y los mocos imperceptibles pero constantes de la defensa hasta el 0-4 inapelable. Demoledor.

Sin embargo, quiero agradecerle algunas cosas a Maradona. Primero, haber llegado jugando al fútbol al mismo tramo del Mundial (o más lejos) que con otros técnicos de carrera desde Bilardo para acá. Después, haber sido capaz de generar una ilusión semejante en el equipo, una ilusión que él mismo tenía. Y subirse al lomo de las ilusiones de Maradona nos puede llevar al abismo o a la cima. Esta vez llegamos a la cima de su humanidad, se expuso a romper el mito en el año del Bicentenario, lo mandó a Pelé al museo.

Hay que tener muchos huevos para ser técnico de la Selección en un país como este.

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